Señor mío y Dios mío, la noche es la oportunidad perfecta para encontrarme contigo. Todo es silencio, el vaivén del día va quedando a un lado. Y, a pesar del cansancio, hay un poco más de tranquilidad. Aprovecho, entonces, esta noche para darte mi oración más sincera. Para decirte que espero plenamente en que Tú seguirás acompañándome. No quiero ser pretencioso, ni siquiera haré una oración para pedirte cosas. Sencillamente, quiero estar contigo aquí. Quizá sin palabras, un buen rato en silencio. Quiero escucharte, quiero saber qué es lo que quieres para mi vida. Sé que tu plan es mi felicidad, que yo esté bien, que pueda dar siempre lo mejor de mí. Sin embargo, por momentos siento que hablo y hablo mucho y me dedico poco a escuchar lo que realmente tienes por decirme. Hoy me dispongo para hacerlo con tranquilidad, para, serenamente, oír tu voz que me habla y me renueva.
Amén.
Por Alberto Linero✍
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