Señor mío y Dios mío, ha llegado la noche, el momento perfecto para encontrarme contigo. Todo está en silencio. Muchos quizá descansan. Otros salen a sus trabajos nocturnos. La oscuridad llega. Y hay un poco más de tranquilidad luego de la jornada ajetreada de hoy. En este instante, me basta solamente saber que estás aquí, para poner en tus manos mi existencia. Comprendo que esta entrega no implica que Tú te vas a encargar ahora de mi vida y de las cosas que a mí me corresponden. Sino que mi entrega tiene que ver, más bien, con una confianza plena en que estoy configurado contigo, en que te pertenezco. Una confianza en que eres Tú quien me llena de lo que necesito para salir adelante y vencer mis miedos. Sé que cada día me recibes y me animas a dar lo mejor de mí, me llenas de tu Santo Espíritu, en la noche me renuevas, y en cada nuevo amanecer puedo sentir la fuerza de tu amor que me levanta y sostiene.
Amén.
Por Alberto Linero✍
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