Señor mío y Dios mío, tu mano me sostiene, yo lo creo. Creo firmemente en la promesa que hiciste de estar conmigo hasta el fin de los tiempos. Creo firmemente en que estás conmigo cuando todo camina bien, cuando tengo mucho y cuando soy feliz. Pero sé, también, que estás conmigo cuando todo es difícil, cuando hay pocas ganas de salir adelante, cuando la vida es dura, y eso me hace sentir confiado. Eres un Dios que permanece firme cuando todos se van. Sé que los momentos difíciles no son eternos, y que me levantaré de todo lo que estoy viviendo, de todo aquello que me mantiene tirado en el suelo. Gracias por esta jornada que he vivido y por cada cosa que pude aprender en ella. Sigue haciendo de mi vida una ofrenda agradable a Ti. Gracias por ser mi refugio cuando la tormenta llega a mi vida, por darme aliento cuando no puedo seguir luchando, por llenarme de capacidades cuando todo parece estar perdido.
Amén.
Por Alberto Linero Gómez✍
III Domingo de Cuaresma. Ciclo C
Especial de Cuaresma
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