Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo. Padre amoroso del pobre; don, en tus dones espléndido; luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo, tregua
en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y
reconforta en los duelos. Entra hasta el fondo del alma, divina luz, y
enriquécenos. Mira el vacío del hombre, si tú le faltas por dentro; mira el
poder del pecado, cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo, lava las manchas,
infunde calor de vida en el hielo, doma el espíritu indómito, guía al que
tuerce el sendero.
Gloria
al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos.
Amén…
¡En
la Voluntad de Dios siempre!
“Como
María seamos peregrinos de ESPERANZA”✍.
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