Alberto Linero
Señor mío y Dios mío, a esta hora llega la oportunidad de mirar hacia adentro, de repasar lo vivido. Hoy quiero agradecerte, no solo por lo que hice, sino por cada oportunidad que tuve de servir. Y quiero hacerlo mirando a María de Nazaret, esa mujer que supo amar con gestos concretos, sencillos y silenciosos.
Ella no alzó la voz, no buscó reconocimientos, pero estuvo siempre donde se necesitaban ternura, fortaleza y presencia. Ayúdame a servir como ella: con humildad, sin quejarme, sin esperar nada a cambio. Y dame siempre oportunidades para ello.
Gracias por cada persona que tocó mi vida hoy, por quienes me dejaron ayudar y por quienes me ayudaron sin hacerlo notar.
Gracias por los gestos pequeños: la escucha, la paciencia, la sonrisa compartida. Porque ahí también está el servicio que transforma.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén…
¡En la Voluntad de Dios siempre!
“Como
María seamos peregrinos de ESPERANZA”✍.
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