Señor mío y Dios mío, al terminar este día, quiero agradecerte por las personas que me acompañaron, por los momentos en los que recibí ayuda y por las oportunidades de ser apoyo para alguien más.
Gracias por recordarme que no tengo que cargar solo con todo y que en Ti siempre encuentro fuerza. Si hoy me resistí a pedir ayuda por orgullo o miedo, espero que el Espíritu Santo me ilumine para no hacerlo de nuevo.
Enséñame a soltar mis cargas y a confiar más en quienes me rodean. Hazme consciente de que reconocer mi vulnerabilidad no me hace más débil, sino más humano.
Esta noche descanso en tus manos, dejando todas mis preocupaciones contigo. Renueva mi corazón para que mañana pueda pedir y dar ayuda con generosidad y amor. Gracias, Señor, porque nunca estoy solo.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén…
¡En la Voluntad de Dios siempre!
“Como María seamos peregrinos de ESPERANZA”✍.
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